Valledupar: una ciudad y una casa por habitar

0
185

Recientemente hemos tenido que volver a pensar el problema de la vivienda – y lo que implica no tener una – con ocasión de las 320 entregadas por el gobierno del Presidente Santos en la ciudad de Valledupar, en pleno Festival Vallenato. Fue noticia nacional e internacional pero sorprende que no sea entre los vallenatos uno de los temas más comentados y conocidos por estos días. Quizá la frescura de la fiesta hiciera pasar la página u olvidar la envergadura de esta magna obra y los compromisos que todos tenemos con la ciudad.

Sea el tiempo de aplaudir la gestión del gobierno e invitar a todos los vallenatos a que constaten la existencia de las casas-apartamentos: su importancia y necesidad.

Dicen los teóricos que una ciudad debe parecerse a los habitantes que la viven: que la ciudad y los ciudadanos deben merecerse e identificarse – como la casa con su dueño; porque de lo contrario no se trata más que “de un escenario en el que se encuentran unos actores que no encajan en sus papeles ni en la historia que tienen en sus manos”.

Se subraya también que al identificarnos y reconocernos con una ciudad se genera inmediatamente un merecimiento de la misma y un sentido de pertenencia; y que la identificación es indispensable para el florecimiento cultural en el que los ciudadanos participan de manera creativa generando referencias identificatorias, como nos recuerda Miguel Iriarte en su Estudio sobre la ciudad de Barranquilla y el río Magdalena[1].

La identificación, el reconocimiento y el merecimiento ‘de’ y ‘con’ la ciudad en los individuos se gana con procesos de apropiación del espacio que se ponen en marcha con metodologías ya estudiadas y desarrolladas por ciertos enfoques de estudios sociales diseñados para que los individuos conciban su relación con el espacio y la totalidad que los supera. Esta apropiación lleva consigo una conciencia de los derechos que tenemos como ciudadanos: el Derecho a la vivienda, al paisaje y al río – por ejemplo – más allá de cualquier crisis política y económica coyuntural.

Es importante subrayar la relación íntima que vincula este cuerpo que somos con los otros espacios físicos necesarios para vivir: la casa, la ciudad, el paisaje y el río, amenazados todos con mucha frecuencia por una falsa noción urbanística de progreso que se abre paso más allá del problema de los desplazados, la marginalidad y el desespero de una gran parte de población por tener legalmente una vivienda.

De esta relación entre el cuerpo (propio), la casa, la ciudad, el paisaje y el río (por ejemplo) se generan – en palabras del historiador español José Luis Romero – “modos de estar juntos” que son “las formas particulares de estar que tienen los pobladores de un lugar en los espacios citadinos”. Para Valledupar cobra especial significación el paisaje y el río (que todavía no han sido contaminados con el concreto) como los referentes comunes a la diversa gama de personas que hoy constituyen la ciudadanía vallenata; son estos principalmente los referentes culturales de significación comunitaria y colectiva que impulsan a la ciudad a la búsqueda de una mejor calidad de vida.

¿Por qué? Porque gracias a la proximidad con el río, la sierra y la naturaleza en general, existe en los habitantes de Valledupar un acervo de conciencia ecológica y medio ambiental que se constata con los múltiples imaginarios presentes en las canciones vallenatas, la literatura y la oralidad en general. El río y el paisaje son así, algunos de los componente más importante que debemos tener en cuenta a la hora de buscar imaginarios estables para ser consecuentes con la vida de la ciudad.

Y más allá de esto, se debe forjar una verdadera estética de la vida en la ciudad de los vallenatos que comprenda cuál es la función de cada participante/ciudadano en este espacio que nos vincula: de ahí emergerá una visión nutrida y compartida de lo colectivo, lo pasado, lo presente y lo porvenir que se recreará mediante la imaginación y la creación cultural.

Con Valledupar toca emprender lo más pronto posible proyectos que generan en los ciudadanos procesos de apropiación, identificación y re-simbolización de las riquezas naturales y simbólicas porque si no vamos a tener que vender la casa y  la ciudad; y venderla barata porque, como dice la canción, “todo aquel que pasa, pregunta por la dueña…”

[1] IRIARTE, Miguel. “La ciudad y el río: otro diálogo interrumpido”, Revista Vía Cuarenta, última edición. A Iriarte y su trabajo nuestros agradecimientos.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here