Faruk Urrutia J.
Se define la paciencia como la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, o la facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Así, de contera, nuestro país mira los diálogos de supuesta PAZ con paciencia; sabiendo cada colombiano resiliente que los diálogos en La Habana no traerán la Paz y en trueque recibiremos la más insondable legitimación de algún grupo terrorista de que se tenga noticia.
Produce desconfianza el simple hecho de establecer una mesa de conversación trasteada de Europa a la Habana ante 123 medios internacionales, permitiendo el Gobierno posteriormente las profusas y continuas ruedas de prensa del terrorista Iván Márquez, en las cuales despluma la democracia colombiana a su antojo, opinando como víctima y no como victimario sobre los grandes temas del desarrollo económico del país; claro que supone su más grande victoria.
Nunca un proceso que iguale terroristas con miembros del Estado traerá la paz, pues socava nuestras instituciones legitimando el accionar violento e insta a otros grupos terroristas a recibir en aras de la igualdad el mismos trato que reciben las FARC y para ello deben hacer puntos, con lo que saben hacer: Terrorismo! Para la muestra un botón: El ELN incrementó su accionar delincuencial, secuestró 3 extranjeros, dinamitó torres de energía y voló oleoductos, evidentemente buscando el mismo trato beneficioso otorgado a las FARC. Están en su ‘derecho’, son tan asesinos, tan genocidas y tan secuestradores como ellos.
¿Cuál era la necesidad de resucitar a las FARC mediante un proceso de paz, sí perfectamente sabían ellas mismas y el gobierno que Álvaro Uribe Vélez las entregó casi derrotadas en lo militar y políticamente aisladas; por qué justo cuando el mundo entero las había entendido como una recua de terroristas, sucumbe el Gobierno frente a ellas?
No es difícil suponer que un Gobierno vanidoso, hambriento de premios internacionales y que quiere reelegirse sin gozar del fervor popular, acuda a fórmulas truculentas para mantenerse en el poder; sólo ello explica el iniciar un proceso de paz que reencaucha a las FARC, a Chávez y a la dictadura castrista, posicionándolos ante el mundo como el eje de la paz en Colombia. La paz en Colombia debió ser el resultado del sometimiento militar de esa minoría llamada FARC, que no tiene representación alguna en la sociedad Colombiana, como falsamente se le hace creer al mundo hoy con los eventos convocados por este gobierno para legitimar ante la sociedad su proceso de paz.
En Colombia nadie conoce hoy hasta dónde permitirá el gobierno transformar la Constitución, la estructura general del Estado y sus instituciones, en torno al obsoleto sistema socialista que las FARC proponen, fracasado por demás desde su origen en la extinta URSS, sólo sostenido por el petróleo en Cuba y Venezuela.
He aprendido a leer entre líneas al presidente Santos. Me preocupa sobremanera que se considere la posibilidad de refrendación popular de los acuerdos, porque ello dice, sin que se entienda, que eventualmente el gobierno en aras de la paz adoptará las recetas de las FARC y para lavarse las manos como siempre, le cederán la responsabilidad de asumirlas o no al pueblo colombiano, el cual es emotivo y fácilmente influenciable. Dios no permita termine aprobando su propia pena de muerte. Sin embargo, de llegar a materializarse esa fatal paz, abonada con prolijos contenidos marxistas, saldremos a explicar calle a calle, casa por casa, persona por persona, el por qué Colombia no puede adoptar una venezolanización socialista como modelo de Estado. Llegará el momento y habrá que estar preparados.
Colombia votó por Álvaro Uribe Vélez en dos oportunidades y de haber sido posible habría votado la tercera vez. Ante esa imposibilidad, se eligió a Santos para continuar con el legado de Uribe, pero nadie supuso el viraje ideológico que tendría, nadie supuso que se apartaría del mandato popular, nadie tampoco supuso que se maltrataría el dialogo con la base popular y se promoverían las venias a terroristas; absolutamente nadie lo predijo.