Los dos departamentos que conviven en el Cesar

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Por: Fernando Herrera Araujo

Director CESORE

f.herrera.araujo@gmail.com

El Cesar aún no ha dado el salto al siglo XXI. Seguimos en el siglo pasado. No hemos entrado a la modernidad y nos está dejando el tren. Del 1.100.000 habitante del departamento, 500.000 son pobres. Decenas de miles desempleados y billones de pesos de regalías no aprovechadas. Ya es hora de reaccionar y dar ese paso al futuro.

Pero hagamos justicia. Existe efectivamente un grupo de cesarenses en el siglo XXI. Son los directamente relacionados con unos sectores económicos, dinámicos internacionalmente o que están en unos clústeres productivos bastante activos en la capital. Me refiero a los profesionales del sector carbonífero o a los trabajadores del sector salud, educación superior y seguramente de otros sectores económicos dinámicos.

También los trabajadores de la cultura. Los profesionales independientes exitosos en la ciudad, abogados, arquitectos, ingenieros, etc.  Son personas que constituyen la nueva clase media del departamento Que están en contacto con los sucesos nacionales e internacionales, que entienden que la política va más allá del clientelismo y de los favores y que Valledupar es más que el vallenato. Que no han sido cooptados por las tenazas politiqueras de la región. Que tienen capacidad de compra y que intervienen en temas culturales, cívicos y hasta políticos con nuevas perspectivas

Pero también hay otro Cesar. El que se quedó atrás. El del medio millón de pobres y el de los 300.000 jóvenes cesarenses en búsqueda de oportunidades. El de los más de 33.000 desempleados en Valledupar con sus familias. El de las comunidades rurales dispersas y abandonadas. El Cesar de los yupkas, arhuacos y koguis desatendidos. El Cesar profundo y desconocido para los urbanitas. Esa es la otra cara de la moneda que hay que atender.

El instrumento para solventar dichos problemas son las regalías. Ahí están, pero no por mucho tiempo. Ellas deben ser el camino para entrar a la modernidad, sembrándolas en agua potable, riego, vías terciarias y, sobre todo, educación de calidad.

El Cesar tiene una o dos décadas más, como máximo, para vivir del carbón. He dicho en otros escritos (ver cesore.com) que la economía del departamento está ante una gran paradoja. Sus dos principales productos de exportación – el carbón y el aceite de palma – están siendo cuestionados como bienes de consumo y su vida útil en los mercados internacionales parecen tener los años contados. El primero, porque se han encontrado sustitutos más baratos y menos contaminantes, el gas y la energía solar, que está bajando sus costos considerablemente y porque está bajo la lupa de políticas y acuerdos internacionales ambientales para reducir su uso- COP 21. El otro, el aceite de palma colombiano, está sufriendo el veto que le están haciendo en Europa a este producto por la manera como se siembra en el Asia, especialmente en Indonesia y Malasia, cuando atenta contra la biodiversidad.

Hay que dar el salto hacia una economía post-carbón, entonces, cuya tarea principal será buscar la convergencia entre estos dos departamentos que conviven en un solo territorio. Son dos hermanos, de la misma madre, con destinos – hasta ahora – divergentes.

Hay que trabajar un sector agropecuario moderno, vinculado a exportaciones internacionales vía cacao, cafés especiales, cannabis medicinal, marañón, aguacate, piña u otros más, invirtiendo las regalías en agua e innovación. Es el desarrollo de nuevos productos agropecuarios, pero amarrados a circuitos comerciales internacionales, que va a involucrar al pequeño y mediano campesino en alianzas gana-gana con comercializadores o transformadores grandes y ahí si va a arrastrar a muchos productores rurales a salir de la pobreza.

La segunda dinámica económica con futuro en el departamento, y su capital, es la de la economía creativa, no la de las camisetas naranjas, sino la de ideas, propuestas y generación de empleo usando las artes, la imaginación, la cultura, el turismo y el divertimento. Hay en el Cesar unas semillas numerosas de grupos, artistas y empresarios pendientes de apoyo para desarrollarse en esta industria.

Un tercer frente en esta economía del post-carbón es apoyar ciertos clústeres de servicios que ya se están desarrollando en la ciudad. Al ser  Valledupar un centro urbano aislado de otras capitales, agrupa una serie de servicios que son requeridos por una población numerosa de habitantes circunvecinos, que van desde el sur de Bolívar, centro del Magdalena, sur y centro de La guajira y todo el Cesar. Estos servicios son medicina especializada y educación superior, grandes generadores de empleo formal, calificado y no calificado.

Finalmente, hay que desarrollar en el departamento una de sus ventajas competitivas y de industria del futuro, que tiene que ver con la energía alternativa y, en particular, la solar. Por su posición geográfica ya desarrolló el departamento su primera granja solar; así, debería propiciar otras que permitan diversificar la canasta energética. Pero que sean útiles para la industria o para los hogares cesarenses, con menor precio tarifario y mejor continuidad en el servicio, porque hasta ahora, la energía se sube a la interconexión nacional y no se usufructúa en la región.

Quisiera resumir, entonces. Hay dos departamentos en un solo Cesar. Y hay que buscar su convergencia.  En primer lugar, hay que propiciar el buen uso de los recursos públicos, en este caso las regalías para poder dar el salto al siglo XXI para esos 500.000 cesarenses que están esperando aún una oportunidad para mejorar su calidad de vida. Las regalías deben facilitar una modernización del sector agropecuario con ciencia, tecnología y riego.  

En segundo término, hay que apoyar las nuevas industrias nacientes de la creatividad, la cultura y el turismo. Las semillas están allí, esperando germinar con el apoyo estatal. Finalmente, fortalecer lo existente, los clústeres de servicios de la salud y la educación superior y mirar hacia el futuro la industria de energía alternativa.

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