El Cesar debe sentirse orgulloso de la pléyade de jóvenes talentosos que hoy residen en el exterior, desempeñándose con lujo de competencia bien en la cátedra, bien en empresas privadas multinacionales o en sus propios emprendimientos. Son jóvenes apreciadísimos por su buena formación (maestrías, doctorados, inclusive postdoctorado), pero infortunadamente pocos conocidos y aprovechados por su territorio nativo.
Enfoque Vallenato se ha dado a la tarea de ‘descubrirlos’ para tender puentes sólidos y fortalecer los lazos de pertenencia integracionista. Es vital saber qué piensan ellos y qué pueden aportarle al territorio, sobre todo en estos momentos difíciles y deficitarios de liderazgos, acaso porque nuestros jóvenes parecen distantes y apáticos en su vocación de relevo generacional.
Hemos descubierto algunos, pero faltan muchos. Cada semana publicaremos la opinión y el perfil de uno de ellos. He aquí la de Margarita Nieves Zárate
Desde la distancia…
¿Cuál es tu percepción de la situación del territorio del Cesar/Guajira?
Al haber nacido y crecido en Fonseca, La Guajira, estudiar mi carrera de Derecho en la Universidad Popular del Cesar (UPC) y trabajar por casi dos años en Valledupar, tengo una experiencia de vida y visión de los dos departamentos que me lleva a buscar sus aspectos en común y diferencias, especialmente en este momento en el que se necesitan mayores consensos y colaboraciones intrarregionales.
Percibo a los departamentos del Cesar y la Guajira como territorios hermanos con muchos contrastes. Por un lado, hacen parte del segundo país más biodiverso del mundo, lo cual les permite contar con valiosos recursos naturales renovables y no renovables, y una gran riqueza en talento humano. Por otro lado, también sufren de manera acentuada los problemas de corrupción, conflictividad, pobreza y desigualdad que afectan al país.
Algunos aspectos en común entre los dos territorios son su pertenencia a la Región Caribe, su cultura en torno a la música vallenata, la vocación agrícola de parte de sus tierras, y la alta dependencia del Producto Interno Bruto (PIB) departamental de la minería de carbón a cielo abierto.
Al comparar la composición del PIB de los departamentos de la Guajira y el Cesar con el Atlántico y Antioquia salta a la vista que éstos últimos tienen dos elementos de los que la Guajira y el Cesar carecen: una participación destacada de la industria manufacturera y actividades científicas y técnicas. La industria manufacturera representa un porcentaje muy bajo de la economía de los dos departamentos, por debajo del promedio nacional. A su vez, aunque el Cesar presenta mejores indicadores que la Guajira, a nivel nacional los dos territorios tienen índices de competitividad e innovación bajos. Asimismo, tanto la tasa de empleo informal y desempleo como la pobreza son significativas en el Cesar y La Guajira desde antes de la pandemia del Covid-19.
Desde la distancia y con los lentes de las áreas del conocimiento en las que me he especializado, veo con preocupación que no existe un plan para la transición energética, no veo que los territorios se estén preparando para las grandes transformaciones globales hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero donde uno de los objetivos principales es desplazar el carbón como motor de la economía y de esa manera combatir el cambio climático.
¿La región ha valorado o reconocido tu talento?
Desde pequeña he tenido varios reconocimientos a nivel local, departamental y nacional, todos como resultado de mi desempeño en las diferentes pruebas académicas del sistema educativo colombiano. En Fonseca, mi pueblo, recibí una mención de honor como mejor bachiller del municipio; fui reconocida como el segundo mejor resultado en las pruebas ICFES de los colegios públicos del departamento de La Guajira y obtuve dos menciones Andrés Bello en historia e inglés.
Durante mi época universitaria obtuve seis becas por alcanzar el mejor promedio académico de la facultad de Derecho de la UPC, graduándome con honores. La UPC me otorgó una distinción como una de las mejores egresadas de la Facultad de Derecho. En 2006 fui reconocida por el ICFES como uno de los mejores diez ECAES (hoy pruebas Saber PRO) en Derecho de Colombia. En 2015 participé en un concurso nacional de Colciencias (hoy Min ciencias) y me gané un crédito-beca condonable para realizar mis estudios de Doctorado en el exterior. En 2016 el gobierno de Colombia me delegó como comisionada del país para el Secretariado de la Carta Internacional de la Energía en Bruselas, Bélgica. En 2018 el Concejo Municipal de Fonseca me otorgó la distinción Higuito de Oro, que exalta a los hijos ilustres de Fonseca.
¿Te has sentido marginada o desconocida por la dirigencia política, gremial, empresarial, académica, etc.) de la región?
No me he vinculado al mundo de la política tradicional en el departamento de La Guajira ni en el Cesar. Recién egresada de la Universidad tuve un corto acercamiento con organizaciones juveniles de partidos tradicionales en el Cesar y observé que en esos espacios los jóvenes aprendían y replicaban las prácticas políticas de las personas con mayor trayectoria dentro de los partidos políticos, sin asumir su rol de ser agentes de cambio.
Afortunadamente, pronto cumplí mi sueño de conseguir un trabajo en Bogotá. A nivel académico los reconocimientos que he recibido han sido el resultado de mi desempeño en las diferentes pruebas del sistema educativo colombiano.
¿Cómo sueñas al territorio y cómo crees que podría hacerse realidad ese sueño?
En materia social y económica sueño a La Guajira y el Cesar como unos territorios en paz, incluyentes, innovadores, con una economía circular, sostenible y baja en emisiones de gases de efecto invernadero.La paz es un requisito elemental para que una sociedad florezca. La mayoría de los colombianos no sabemos qué es vivir en paz hasta que la experimentamos en otros países que no sufren de conflictos armados ni inseguridad. Para construir esa paz necesitamos que los habitantes de La Guajira y el Cesar salgan de la pobreza y la pobreza extrema, y satisfagan sus necesidades básicas en materia de salud, educación, saneamiento básico y conectividad.
Para hacer realidad ese sueño necesitamos convertirlo en nuestra causa común. Que tanto la vida pública como la privada estén encauzadas a sacar de la pobreza a los miles de guajiros y cesarenses que hoy la padecen. Creo que eso requiere de una revolución en nuestros valores para construir unos territorios más equitativos, incluyentes y con relaciones más horizontales. Además del panorama nacional de conflictividad en el que estamos inmersos, algunas de las causas de la pobreza en la Guajira y el Cesar son la corrupción y la falta de competitividad e innovación.
Personalmente pienso que la corrupción pública es un reflejo de la corrupción en el mundo de lo privado, de nuestros hogares. Es importante que desde los hogares aprendamos a respetar los bienes públicos, a cuidar nuestros pueblos, ciudades, nuestro medio ambiente. Debemos incorporar en nuestro ADN social un sentido de pertenencia colectivo por los bienes públicos y entender que la función pública no es para enriquecerse ni enriquecer a otros. Debemos internalizar que la corrupción acaba con las sociedades y conduce a la decadencia económica y moral.
En materia de infraestructura, sueño con un territorio con menos centros comerciales y más centros de innovación, tecnología, de pensamiento, culturales, deportivos, ecológicos, de emprendimiento, de empoderamiento para la mujer, con más museos y teatros. Me gustaría que el territorio pensara en grande, que los trenes no transporten carbón, sino personas, y que la fuente de energía de esos trenes sea eólica.
Sueño que nuestros territorios cuenten con una infraestructura adecuada, con espacios urbanísticos significativos que embellezcan las ciudades, con zonas verdes en las áreas urbanas para el disfrute de toda la población, con infraestructura adecuada para usar la bicicleta para transportarse dentro de la ciudad y no solo como deporte.
Sueño con un territorio con suficientes espacios públicos y que las personas los valoren. Un territorio donde las viviendas tengan paneles solares y todos los cesarenses y guajiros puedan acceder a la electricidad y el internet.
En materia ambiental sueño con un territorio donde los proyectos de desarrollo no atenten contra la existencia de nuestros recursos hídricos, con una economía circular donde se haga un manejo adecuado y sostenible de las basuras. Un territorio en el que los desechos plásticos no hagan parte de nuestros paisajes y donde cuidemos nuestra naturaleza, ríos, comunidades indígenas y negras.
En materia educativa sueño con un territorio donde las universidades sean el corazón de las dos ciudades capitales y sirvan de motor para la innovación. Territorios donde existan más centros de educación técnica y tecnológica.
En cuanto a las familias, sueño con un territorio con paternidades y maternidades responsables. Donde los padres cumplan con sus tareas en el hogar, participen más activamente en la crianza de sus hijos, formando familias más sólidas, y donde la vida social no gire alrededor del alcohol.
Sueño con un territorio que se estudie así mismo y a su entorno, donde las decisiones de política pública estén informadas por investigaciones hechas en el propio territorio. Sueño con un territorio menos litigioso y con más consensos que respeten los derechos individuales y colectivos.
¿Podrías proponer algunas salidas para superar esta encrucijada (política, gremial, empresarial, académica, pandémica) que padece la región?
La primera medida es entender que para los problemas estructurales que sufren los territorios de La Guajira y el Cesar no existen salidas de corto plazo, atajos, fórmulas mágicas ni mesías político. Las salidas a estos problemas requieren unos consensos sociales de largo aliento en torno a nuestras causas comunes. Para empezar, las dos causas comunes urgentes pueden ser salir de la pobreza y combatir la corrupción.
Necesitamos un acuerdo subregional con esas dos causas para los próximos 50 años. Para que ese acuerdo sea efectivo se requiere un consenso entre al menos cinco sectores: público, empresarial, sociedad civil, sindicatos y academia. Ese pacto debe contar con unos principios, declaraciones, compromisos, y unos mecanismos de monitoreo y transparencia para hacerlo cumplir en todos los sectores. La función de ese acuerdo será reestablecer nuestras causas comunes y crear una cultura de consensos en el corto, mediano y largo plazo, y en el mundo público y privado.
El modelo de consensos entre diferentes sectores de la sociedad ha sido uno de los factores de éxito en la política de los Países Bajos, que se conoce como el “Poldermodel”. Este modelo surgió para enfrentar diferentes crisis en los Países Bajos, primero en la Edad Media para ganarle territorio al Mar del Norte, y posteriormente para reconstruir el país después de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que más me sorprende de este modelo es que ha sido tan internalizado por la sociedad holandesa que hasta las decisiones más pequeñas son tomadas a través de consensos. Por ejemplo, en mi trabajo un grupo de compañeros tenía la idea de organizar una comunidad digital de investigadores en el sector energético y para seleccionar el nombre fueron de oficina en oficina haciendo una encuesta para escoger entre las tres opciones de nombres para la comunidad, y escogieron el nombre que más votos obtuvo.
Como este ejemplo hay muchos en la vida diaria de este país. Lo que logran estos ejercicios es incluir a todos los miembros de un grupo en la toma de decisiones, por pequeñas o grandes que sean; de esta manera las personas se sienten tenidas en cuenta antes de tomar una decisión. En estas sociedades las decisiones impuestas, sorpresivas o autoritarias no son bien vistas ni aceptadas por sus miembros.
Como segunda medida propongo crear un fondo público y privado para la transición energética. El objetivo de este fondo será preparar a los departamentos de la Guajira y el Cesar para la era pos carbón, garantizando la reconversión laboral de la población vinculada directa o indirectamente a esta industria y buscar opciones para la diversificación de la economía.
En esa misma línea, la tercera medida es la reconversión de la economía hacia un modelo bajo en gases de efecto invernadero, circular y diversificada. Para este fin necesitaremos fortalecer la competitividad y la innovación en los dos departamentos e invertir en la agricultura y manufactura sostenible que provea gran parte de los productos que se consumen en la región. Creo firmemente que la transformación de los territorios depende de la capacidad de su gente para administrar los recursos disponibles e innovar.
Como cuarta medida propongo más apoyo a la investigación científica donde las universidades y los centros de pensamiento estudien los dos territorios, sus necesidades y contribuyan a proponer soluciones para sus problemáticas.
Como quinta medida es importante fortalecer a la sociedad civil. Debemos entender que las transformaciones no sólo nacen desde el poder político; la sociedad civil, el sector privado y la academia tienen un gran poder transformador. En la región existen valiosos ejemplos como la fundación AVIVA que protege el patrimonio cultural e histórico de Valledupar, y CESORE que estudia la realidad regional.
Como sexta medida orientada a la juventud propongo la creación de redes y programas de mentoría entre profesionales destacados de la región y los estudiantes de secundaria y universitarios. Estos programas serían unos espacios institucionalizados donde personas exitosas de la región en el campo empresarial, académico, humanitario, científico, deportivo y cultural comparten sus experiencias con los jóvenes de la región y los ayudan a imaginar y crear un mejor futuro para ellos a partir de sus experiencias de vida.
Finalmente, es importante cambiar varios aspectos culturales que hacen parte de nuestras narrativas y que frenan la innovación. Por ejemplo, muchas veces escuché a personas decir expresiones como “ya todo está inventado”, “tenemos el mejor vividero del mundo”, “no lo vas a lograr”, o personas que le restan valor a obtener un título universitario de nuestras universidades departamentales. Todas estas expresiones y actitudes bloquean la innovación y minan la confianza en el talento de nuestra tierra. El mundo está a la espera de soluciones innovadoras para muchos de los problemas de nuestras sociedades y debemos darle herramientas al capital humano guajiro y cesarense para que sean gestores de esas soluciones.
Debemos crear una cultura creativa donde haya espacio para cometer errores, ya que el ensayo y error hacen parte del proceso de innovación. No podemos esperar a que una persona, por muchos estudios que haya realizado, tenga respuestas para todas las preguntas ni decepcionarnos o cuestionarla porque no tenga esas respuestas. También debemos entender que el proceso de innovar y el progreso toman tiempo. En nuestra cultura aún subsiste la mentalidad de querer resultados rápidos y sin esfuerzos.
PERFIL
Margarita Nieves Zárate es abogada de la Universidad Popular del Cesar, especialista en Derecho Minero y Petrolero y Magíster en Derecho Minero Energético de la Universidad Externado de Colombia. Trabajó por cerca de diez años en el sector público colombiano. En 2017 se radicó en los Países Bajos donde culmina sus estudios doctorales en la Universidad de Groningen apoyada por Min ciencias y una beca del gobierno holandés. En 2021 fue seleccionada como Embajadora del Pacto Climático de la Comisión Europea. Es autora del libro “Perspectiva Internacional de la Inversión y Distribución de las Regalías por la explotación de los Recursos Naturales No Renovables” y de múltiples artículos de investigación sobre Derecho Energético y Climático en Colombia, América Latina, Estados Unidos y Europa. Es hija de Esther Socorro Zárate y Nerio Nieves Manjarrés (q.e.p.d.), de cuya unión nacieron sus hermanos Juan José (abogado), Nerio José (ingeniero industrial) y José Guillermo (ingeniero mecánico).