A escasos días y en medio del poder absorbente y embriagante de los preparativos del festival vallenato, cómo sustraerse de la temática en esta nota editorial. Prácticamente imposible.
El ambiente festivalero abraza y se percibe por toda la ciudad y se transpira por todos los poros de la vallenatía. La capacidad hotelera está copada, las líneas aéreas incrementan sus vuelos, los espectáculos públicos se promocionan a bastanza, el comercio formal e informal hace cruces por la segura subienda, el ciudadano prepara sus trajes para lucirlos en la fiesta, y toda Valledupar embellece sus casas para hacer gala de su hospitalidad.
No por ser verdad de Perogrullo debemos confiarnos. Cierto que el festival vallenato es motor de la economía regional. Ya está documentado por el grupo de empresas lideradas por la Universidad del Área Andina que se digna elaborar un estudio sobre su impacto económico (ver informe en páginas posteriores de esta revista).
Pero esta circunstancia que muestra la prodigalidad del certamen festivalero, y en especial su producto principal: la música vallenata, debe mantenernos en permanente alerta competitiva para preservar la bonanza multimodal que se deriva y nos connota como la capital mundial del vallenato.
Que no nos encandile la frondosidad del árbol…se han denunciado plagas diversas que atacan el corazón mismo del producto principal, plagas que no deberían inobservarse y menos por prepotencia al creer que nuestro festival es incolapsable. Dios nos proteja de un Titanic. Muchas expresiones folclóricas colombianas, inclusive muchas de otros países que fueron vigentes por lustros (Bambuco, cumbia, guabina, rancheras, tangos), han decrecido – algunas casi desaparecidas – y no tanto por virtudes de otras expresiones advenedizas sino por defectos inobservados en la expresión folclórica.
Varios debates se han planteado y no deberían echarse en saco roto, porque todos tienen la virtualidad del comején: carcomen y debilitan cimientos. Algunos cuestionan la génesis y legalidad de la infraestructura de la Fundación de la Leyenda Vallenata, cuestión jurídica en manos de órganos de control. Otros debaten el manejo y dirección no incluyente del Festival Vallenato, asunto político – democrático que no es de poca monta y que bien podría conciliarse.
Últimamente, sin embargo, las deliberaciones se centran en la influencia casi determinante del aspecto comercial en la composición vallenata, perdiéndose pertinencia y autenticidad. De lejos, esta es la plaga más agresiva y dañina, con la agravación de que alimenta generosamente en lo financiero a unos cuantos autores y compositores que acaparan el mercado pero desnutre la institucionalidad folclórica del vallenato, esto es, a toda una comunidad que vive, disfruta y se enorgullece de su expresión musical (Ver artículo Debate sobre la música vallenata, en esta edición de Enfoque Vallenato).
Esa es la gallina de los huevos de oro, a la que le debemos todo en absoluto, la que le da prez y gloria a la vallenatía, la que además es motor de la economía regional. ¿Cómo no protegerla? ¿Cómo no preservarla de cuánta plaga la ataque?
Necio sería minimizar el o los problemas, con lo cual sólo los agravamos. Aquí y ahora se hacen necesarios actos de grandeza de todos los actores y dolientes para enfrentar y abordar los impasse. Por fortuna ya los órganos de control abocaron el conocimiento de las Litis planteadas y más temprano que tarde han de dirimir el conflicto de una vez por todas.
Sobre el aspecto político – democrático, que también ensombrece la armonía connatural propia del folclor, debe procurarse consensuar para garantizar una mayor inclusión en la dirección y organización del Festival Vallenato, no de la Fundación de la Leyenda Vallenata, ente jurídico de carácter privado. Fórmulas se encontrarán a condición de la disposición de los actores protagonistas.
Aquellos problemas son pigmeos ante el que atañe a la calidad de la composición vallenata. El problema es denso y complejísimo y bien merecería rigurosos estudios y debates. Vale la pena por lo que está en juego. En el mapa conceptual habría que identificarse las causas del desapego actual a lo autóctono, o en otras palabras, la proclividad al éxito comercial a sabiendas, inclusive, de la muerte anunciada. La enseñanza de nuestras raizalidad y autenticidad debe ser propósito vital de todos, en especial de los entes gubernamentales, cuyos aportes financieros deben destinarse de modo generoso y sostenido a esta labor en vez de subsidiar directamente el evento del festival vallenato, rentable por lo demás. Escuelas para compositores, tal cual las hay para ejecutantes. Mayor exigencia en los concursos de canción inédita, asignándole puntajes preferenciales a ciertos ritmos casi extintos. Reconocimientos permanentes a nuestros juglares: entender que se erigen en lo emblemático. Mercadeo para producciones discográficas representativas…
La alarma está prendida. Necio si no la escuchamos, y peor si la apagamos.