¿Comprar un e-book realmente significa salvar un árbol?

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 Airlen Durán Acosta*

¿Comprar un e-book o libro electrónico realmente significa o implica salvar un árbol y, en general, es ser más amigable con el medio ambiente o, el consumo de energía y lo que demanda la producción, comercialización y funcionamiento de los diferentes medios electrónicos que reemplazarían al libro de papel produce daños ambientales más graves?

Frente al reto de plantear el problema (del daño) ambiental de cara al uso de nuevas tecnologías que se proponen como solución, tiene uno que hacerse muchas preguntas para no dejarse meter “gato por liebre”. Tenemos que preguntarnos o medir – por ejemplo – el daño ya causado por la tecnología que se pretende reemplazar y evaluar toda la cadena de producción y el ciclo de vida del nuevo producto o tecnología – cada vez en contextos más específicos y locales. Digo esto justamente pensando en la publicidad que se hace sobre los e-books, las tabletas y otras herramientas electrónicas que estarían reemplazando el uso del modesto libro de papel en otras latitudes.

El filósofo Miguel Pérez Jiménez asegura que: “no hay salida en esto: salvas un árbol, pero calientas el planeta; reciclas una lata, y contaminas un río… (…) pues como sólo son reciclables las latas ya limpias, tienes que lavarlas para poderlas reciclar.» La bióloga Diana Palacios Giraldo opina que: “depende de que tanto lo uses (el e-book), porque si lees alrededor de diez libros al mes o al menos cincuenta en el año y el aparato tiene un período de vida ilimitado, llegas a un punto llamado payback point, donde el producto se paga por sí mismo y empieza a generar un gran ahorro personal y ambiental”.

En Valledupar, una ciudad en la que el uso del tradicional libro de papel no deja de ser una novedad para el grueso de la población, los libros no se consideran “mercancía de alta rotación” y, por tanto, hablar del e-book como la vía para salvar árboles no es más que una ficción.

Por eso me sorprende ver circular rampante la publicidad que homologa la compra del e-book con el hecho de “salvar un árbol” o tener una conducta más amigable con el medio ambiente. Nada de eso. No sólo es hipócrita dicha publicidad sino que pretende desconocer que el cuidado del medio ambiente es un tema frente al cual no se ha sensibilizado a la población.[1]

Sin lugar a dudas, en escenarios en los que existe una alta producción de papel encadenada a una industria editorial fuerte y a una importante demanda de libros, puede plantearse la cuestión: allí puede entenderse que el uso de estos aparatos pueda significar que más bosques sigan respirando por el planeta; pero de otro modo – como se dice coloquialmente – “nos falta mucho pelo para un moño”.

A propósito de aquello de “una imagen vale más que mil palabras” recuerdo una de las pocas que, creo, justifican tan impactante afirmación: La semana pasada, en la librería Panamericana del Centro Comercial Guatapurí, vi cómo se feriaban libros clásicos de pasta dura y bonito papel por cinco y siete mil pesos; y esto indica que la cadena de papelerías prefiere que el dinero circule así para ello tenga que salir de su bien más preciado: los libros.[2]

De modo pues que, hay que decirlo. Si uno quiere salvar un árbol en Valledupar no va a ir a comprar un e-book o elemento similar. Si uno quiere salvar un árbol en ésta región probablemente deba fijarse en alguno que tenga cerca y necesite agua. O quizá deba fijarse en las fuentes de agua del departamento o preguntarse por el cuidado que tenemos del río. En esa línea, nos veríamos abocados a preguntarnos por “las políticas medioambientales de las empresas mineras y el impacto ambiental de la extracción”.

Y como una cosa lleva a la otra, si los compromisos de las mineras (entiéndase: los dineros que desembolsan y proyectos sociales –cualesquiera sean) compensan por el re-secamiento de la tierra, la contaminación del aire y la ocupación del espacio físico del que se apropian aunque sea “momentáneamente”.[3]

Para concluir: (i) creo que sí hay que salvar árboles en Valledupar sembrando y cuidando los que ya tenemos pero no porque sea una penalidad u obligación derivada de una indiscriminada tala y sed de papel sino por seguridad alimentaria, aire limpio y calentamiento del suelo entre otras razones; (ii) la compra del e-book no representa paso alguno en este sentido; (iii) hay que pensar en soluciones de fondo, techos verdes y huertas en las azoteas. Para allá debemos ir ahora y lo contrario es un aplazamiento o la extinción de la vida en este planeta. (iii) Por último, nos queda oponer un espíritu investigativo frente a la publicidad engañosa; y, adicionalmente, averiguar ¿qué tanto queremos avanzar en el conocimiento de los fenómenos?

[1] Sin embargo, así es la magia de la publicidad: hacer aparecer necesidades donde no las hay y obviar (los) verdaderos problemas.

[1] Lo dicho, a veces, una imagen vale más que mil palabras: la Panamericana no es la única librería en Valledupar pero tampoco es que se pueda encontrar una parecida o más surtida.

[1] Pregunto todavía: ¿comeremos petróleo y carbón cuando ya no tengamos suelos fértiles, valles regados por ríos, agricultura (tecnificada o no) y agua?

* Filósofa. airduac@gmail.com

 [2] Lo dicho, a veces, una imagen vale más que mil palabras: la Panamericana no es la única librería en Valledupar pero tampoco es que se pueda encontrar una parecida o más surtida.

[3] Pregunto todavía: ¿comeremos petróleo y carbón cuando ya no tengamos suelos fértiles, valles regados por ríos, agricultura (tecnificada o no) y agua?

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