‘TOMAHAWK’ TRUMP: ¿UN NUEVO SHERIFF EN EL PUEBLO?

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El presidente de Estados Unidos sorprende al mundo con su ataque al régimen sirio. ¿Es el inicio de una nueva doctrina exterior de Washington o la típica respuesta emocional e impulsiva del mandatario?

La decisión de lanzar 59 misiles Tomahawk sobre una pista aérea en Siria es la más audaz en los 78 días que lleva el presidente Donald Trump en la Casa Blanca. El ataque de la madrugada del 7 de abril constituye la primera intervención militar directa de Estados Unidos en la cruenta guerra civil de más de seis años en ese país del Medio Oriente que registra más de 250 mil muertos y más de 4,5 millones de refugiados. El involucramiento de Washington sorprende aún más tras la apuesta a la diplomacia que caracterizó a la pasada administración Obama y la doctrina aislacionista de “Estados Unidos Primero” con la que Trump ganó las elecciones en noviembre pasado.

Esta retaliación contra Siria no podía estar más justificada. El pasado 4 de abril el régimen de Bashar Al Asad bombardeó con gas sarín a los habitantes de Khan Sheikhoun en la provincia de Idlib, controlada por rebeldes. Las desgarradoras imágenes de las 86 víctimas civiles, entre ellos muchos niños, dieron la vuelta al mundo. Pero, luego de seis años de conflicto en los que el régimen sirio ha contado con el respaldo de Rusia, las esperanzas de algún tipo de acción de la comunidad internacional contra Al Asad eran pocas. De hecho, el 21 de agosto de 2013 las fuerzas leales a Damasco atacaron con armas químicas en la región de Ghouta con un saldo de 1.400 muertos. Al no tener la autorización del Congreso, el entonces presidente Barack Obama no ordenó ninguna retaliación.

Por eso causó sorpresa que el recién llegado Trump haya decidido ir en contravía de su retórica de campaña y “castigar” al gobierno sirio por haber desplegado armas químicas. “Ningún hijo de Dios debería nunca sufrir tal horror”, afirmó. Con la fama de caprichoso e inestable que carga la ex estrella de reality show, muchos en su país y el resto del mundo temían por el momento en el que empezara a desplegar el poderío militar de Washington. No obstante, la retaliación contra Al Asad ha sido de las pocas decisiones de la nueva Casa Blanca que han sido recibidas con apoyo bipartidista interno en Estados Unidos y de otras potencias, con excepción de Moscú.

Estas son algunas de las preguntas que surgen tras este ataque y cuyas respuestas empezarán a delinear el futuro cercano de la política exterior de Washington, entre ellas, si Donald Trump se convertirá en lo que dijo en campaña odiar: el nuevo Sheriff global.

¿Se “patraseó” Trump al atacar Siria?

Siria nunca fue prioridad para Donald Trump. De hecho, el principal objetivo en el Medio Oriente ha sido ISIS, el Estado Islámico a quien el presidente estadounidense ha prometido combatir en múltiples ocasiones. Incluso en 2013, cuando aún ni siquiera la posibilidad de la presidencia de Trump estaba en ningún panorama, el magnate de finca raíz trinó en su cuenta de Twitter: “Presidente Obama: No ataque Siria. Si lo hace muchas malas cosas sucederán”.

Ni el hoy presidente Trump ni su equipo diplomático y de seguridad dieron ningún indicio de que la cruenta guerra civil en Siria era de su interés. De hecho, la reacción inicial del mandatario estadounidense ante el ataque químico de Khan Sheikhoun fue culpar a su antecesor Obama. A lo anterior hay que añadir que, durante toda su campaña presidencial, Donald Trump criticó a su contendora Hillary Clinton, ex jefe de la diplomacia de Washington, y a Obama: “El legado de las intervenciones de Clinton y Obama será debilidad, confusión y caos”.

Para un candidato que ganó la Presidencia con el eslogan “Estados Unidos Primero” y un abierto discurso aislacionista, sorprende que a los 77 días de gobierno ya haya lanzado su primer ataque militar sobre territorio extranjero.

¿Atacar Siria le ayudará a Trump internamente?

La administración Trump arrancó con los peores índices de favorabilidad de los últimos 65 años: 40 por ciento. A estas alturas de sus respectivos gobiernos, Barack Obama registraba 61 por ciento de imagen positiva y George W. Bush, 54 por ciento. El fracaso legislativo de la reforma de salud, los reportes sobre peleas intestinas, las investigaciones de los nexos entre su campaña y Rusia y las denuncias de nepotismo, entre otros, han hundido el liderazgo presidencial y contribuido a una creciente percepción de desinterés de Trump sobre los detalles del ejercicio de gobierno.

El ataque contra el régimen sirio fue en general bien recibido en Estados Unidos. En un ambiente político muy polarizado, 79 senadores apoyaron la decisión de Trump, incluidos 30 de la oposición Demócrata. La cobertura de medios de comunicación críticos de la Casa Blanca, como el New York Times, ha sido hasta ahora favorable, aunque con reservas frente a los siguientes pasos. Trump mata dos pájaros de un solo tiro al lanzar los Tomahwak contra Al Asad: recupera su imagen de “líder fuerte” en contraposición de Obama y se distancia de Rusia en momentos en que su cercanía con Moscú es mal vista por los estadounidenses.

¿Fin del bromance Putin-Trump?

Una de las consecuencias más impactantes de la victoria en las urnas de Donald Trump fue su relación cercana con Vladimir Putin. Tras revelaciones de inteligencia que conectaban al Kremlin con la campaña presidencial republicana, el tema pasó de un “bromance” entre líderes para convertirse en un asunto de seguridad nacional. Para la oposición en Estados Unidos, las elecciones presidenciales fueron manipuladas por el gobierno de Moscú para beneficiar a Trump.

Nadie pensaba que Trump reaccionaría así contra Siria porque Rusia es el respaldo internacional más poderoso del que goza Al Asad. Al menos un centenar de militares rusos se encontraban en la pista aérea atacada- Washington les informó antes del ataque para que evacuaran. Putin rechazó la acción militar, suspendió cooperación con Estados Unidos, lo criticó en Naciones Unidas y anunció refuerzos aéreos a Damasco.

¿Regresa la Guerra Fría o arranca la Tercera Guerra Mundial?

El hecho de que Estados Unidos haya atacado a un aliado tan cercano de Rusia ha despertado alarmas de que Washington y Moscú podrían reeditar una confrontación al estilo “Guerra Fría” del siglo pasado. O lo que es peor: que tropas estadounidenses y rusas terminen enfrentándose en territorio sirio. Nada indica que una situación así esté a la vuelta de la esquina.

Rusia expresó su molestia y rompió canales de colaboración con Washington pero no aún no ha tomado ninguna decisión orientada a desafiar los deseos de Estados Unidos en Siria o en la región. El mapa geopolítico de las reacciones al ataque de Trump replica las alianzas regionales en estos 6 años de guerra civil con Turquía, Arabia Saudita, Israel y Europa Occidental con Estados Unidos en contra de Al Asad mientras Rusia e Irán apoyándolo.

La próxima semana está programado un encuentro entre Rex Tillerson, el secretario de Estado de Trump, ex CEO de Exxon y cercano a los rusos, y el Kremlin, cuyo resultado podrá iluminar qué tan deterioradas quedaron las relaciones entre Moscú y Washington.

¿Siria será la nueva guerra de Estados Unidos?

A pesar del apoyo interno e internacional que ha recibido el ataque militar de Estados Unidos contra Siria, la incertidumbre sobre lo que viene después es alta. Con frentes de guerra activos en Afganistán e Irak, no es descabellado pensar que Siria se convierta en el nuevo campo de batalla de Washington. Sin embargo, la naturaleza y características de la decisión de la Casa Blanca apuntaría a todo lo contrario: Trump hizo el mayor esfuerzo para que limitar este primer ataque.

Los 59 misiles Tomahawk cayeron sobre una instalación aérea militar desde donde partieron los aviones que bombardearon con gas sarín a los ciudadanos sirios. En su alocución Trump fue enfático en circunscribir la decisión a la “línea roja” cruzada por Al Asad: el uso de armas químicas. Incluso el aviso a los militares rusos por los canales establecidos para evitar malos entendidos lleva a pensar que Washington no quería daños colaterales que afectaran a Moscú. Con la opinión pública estadounidense agotada tras década y media de guerra contra el terrorismo, no será fácil para una administración como la de Trump enarbolar las banderas de la invasión del territorio sirio.

No obstante, la indignación global que generó el bombardeo químico de Damasco podría empujar al gobierno Trump a generar cambios en su estrategia aislacionista. Atacar Siria y luego retirarse otra vez tras bambalinas será difícil para la diplomacia de Washington. Pero si la preocupación de la Casa Blanca son sólo las armas químicas, ¿dejará que las bombas del régimen sirio sigan cayendo sobre zonas rebeldes con la única condición de que no carguen gases tóxicos?

¿Habrá una nueva “doctrina” Trump?

Por más acertada que haya sido para muchos sectores la decisión del presidente Trump de atacar Siria, ésta no lo convierte automáticamente en un líder preparado, sensato y sensible del entorno global. El riesgo de que la política exterior de Estados Unidos se construya de manera emocional, al vaivén de los acontecimientos, no ha desaparecido. Hasta hace pocos días, el mandatario estadounidense, el jefe de su diplomacia, Rex Tillerson, y su embajadora en la ONU, Nikki Haley, no contaban a Siria dentro de sus prioridades de política internacional.

Convertirse en el nuevo Sheriff global requiere una visión del papel de Estados Unidos dentro de la comunidad internacional que Trump ha directamente atacado. Hace pocos días el presidente dijo: “No soy y no seré el Presidente del mundo”.

La sorpresa que dio Donald Trump en su primera decisión militar de relevancia es innegable y dará paso en próximos días a entender mejor si estamos ante el nacimiento del Sheriff Trump o si seguirá el Trump de “Estados Unidos Primero”.

Por Francisco Miranda Hamburger

Politólogo y periodista

Twitter: @pachomiranda 

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